Música para flotar

miércoles, 5 de marzo de 2014

La chica Subway

El mostrador característico de un Subway
La chica, de nacionalidad norteamericana, estaba siendo maltratada en Subway por uno de sus empleados. Subway es una cadena del país del norte que propone una alternativa algo más sana al mercado del
fast-food: sándwiches con vegetales naturales y ensaladas. En una nación donde la tasa de obesidad es tan alta, un lugar así resulta casi necesario para darle un respiro al colesterol y a las hamburguesas. 
    Pero volvamos a la chica en cuestión. Desde que abrió la puerta con cierta actitud meditabunda y gesto más de temor que de hambre, uno ya podía suponer lo que iba a pasar. Esa máxima que dice que "como te ven te tratan, y si te ven mal te maltratan", de la que la diva de los almuerzos hace uso y abuso, suele suceder en múltiples ámbitos de la vida (por ejemplo, en un examen final en la universidad); y en este caso, no era la excepción. Hay muchas maneras de incomodar a una persona: la falta de paciencia, la incapacidad para ponerse en el lugar del otro y el desinterés también pueden ser formas de maltrato. Hay quienes no dejan pasar una; y hay otros que se acostumbran a estar en baja y recibir de uno y otro lado.
  La chica era de contextura regordeta, portaba unos ojos celeste-agua impresionantes, su cabello era muy rubio y el rostro, tapizado de pecas. Además, llevaba una vestimenta de colores chillones que la delataban necesariamente como turista. Una turista de Estados Unidos; país que, siendo honestos, no nos genera mucha simpatía. Aunque siendo todavía más sinceros, no somos muy amables con los extranjeros de ningún lugar. Vestía una remera flúor, como el color de los resaltadores amarillos, y vaqueros azulados acortados a mano,
cuidadosamente desprolijos. Su mochila no llegaba a ser enorme como la de aquellos que van de campamento, pero tampoco era pequeña. Tenía cerca de diez cierres. Sus zapatillas, que eran de la marca de la pipeta, eran verde manzana, con una suerte de entramado de redes muy peculiar, modelo que estas tierras aún no han conocido. La joven se dirigió a pedir su sándwich. Si bien la modalidad de atención es la misma en todo el mundo, no contaba con el humor de los empleados del Subway de Bartolomé Mitre y Diagonal Norte...(o era el de Azcuénaga y Sta.Fe...o el del Village): unos wachiturros resentidos de cuarta. 
El delicioso sub de atún
   Yo estaba sentado en una mesa del salón comiendo mi "Sub del día", que era el de atún, y al decir esto informo de rebote que era viernes. Como siempre, elegí el pan con orégano con queso Parmesano, queso Cheddar en su interior y no el blanco y, por supuesto, tostado. Luego pedí que le agregaran tomate, aceitunas negras, ají y cebolla. Para concluir, opté como condimentos -como siempre- por la salsa Barbacoa y un poco de Ranch. Esto que acabo de describir, que parece tan mecánico, puede resultar un problema si uno está en otro país y no maneja bien el idioma como la blonda, que miraba espantada al empleado ante la pregunta "¿qué tipo de queso querés?". Yo tuve la intención de levantarme para auxiliarla, pero por pereza, argentinidad o porque no había mesas en el salón y tenía miedo de que los que circulaban con sus bandejas en la mano me la usurparan, no moví un dedo y me quedé expectante a ver cómo transcurría la escena. Todo sucedió en un par de minutos igualmente, lo que pasa es que, al narrarlo yo y leerlo vos, ambos le agregamos una densidad temporal un tanto más espesa... ¿Será eso o es que quizás quiero aliviar el sentimiento de culpa por mi falta de solidaridad? Pero ya iba a poder remediarlo en unos instantes también...
La página de la cadena te enseña
cómo efectuar el pedido
     Ella estaba de espaldas a mí y era enternecedor o desesperante cómo señalaba con sus deditos los ingredientes que quería. El encargado de suministrarle los vegetales ya había perdido la paciencia y ni estiraba su brazo. Esperaba que ella dijera lo que quería en un español, de ser posible, argentino y porteño. Los empleados se miraban entre sí, luego a ella y se reían. Ella balbuceaba palabras y yo veía que su cuello estaba rojo por el calor, los nervios, la presión... y seguramente escuchaba la voz de su padre diciéndole (en inglés, claro): "No vayas hasta que no domines el idioma con fluidez". Pero ella siempre había sido la rebelde de la familia: pensaba inocentemente que el no entender ni poder comunicarse no iban a ser impedimentos cruciales... pero viendo lo difícil que le resultaba comer un sándwich de jamón y queso se arrepintió, nuevamente, de su impulsividad. Su orgullo era demasiado grande, y seguramente esta sería una anécdota que nunca llegaría a oídos de los demás o, a lo sumo, sería una anécdota modificada, un recuerdo perfecto donde ella no había tenido inconveniente alguno. 
     Cuando llegó a la parte de pagar, ya no le importaba nada. Extendió un manojo de billetes antes –incluso– de que le dijeran cuánto era lo que debía abonar. Por suerte, con la bebida no tuvo dificultades: simplemente dijo "regular Coke" y la cajera le colocó una botellita de Coca común en la bandeja. La mujer recibió todo el dinero que le entregaba, sacó el que correspondía y le devolvió lo demás. Ella lo guardó sin contarlo, sin mirarlo, ya que lo único que deseaba era alejarse de esos empleados que la habían humillado, y sentarse por fin a comer, luego de tantas horas de caminar por el Microcentro. 
Lo que la chica hubiera necesitado
     Pero ahora empezaba otra desventura: no había lugar para sentarse. Realmente esta es una franquicia en un local pequeño para la zona en que se encuentra. Aun más, considerando a las personas que van solas y se sientan en mesas para cuatro. Yo me mordí los labios y la miré compungido. Ella me miró y le sostuve la mirada al tiempo que levantaba mi mochila del asiento que estaba ocupando en la silla frente a mí y corría el libro que descansaba en el otro extremo de la mesa. Para ayudarla a que se decidiera, le hice un gesto similar al que uno hace para llamar a un mozo. Caminó entonces hacia mí y se sentó. Sin mirarme a los ojos, me dijo: "Thanks", pero inmediatamente agregó un forzado "Gracias". Yo ya estaba por irme; había acabado mi comida y estaba a punto de higienizarme las manos con mi alcohol en gel de Farmacity, con fragancia a Aloe Vera. Pero si lo hacía, temía que lo tomara como un rechazo o algo así. 
Sentí que debía encontrar un tema de conversación y entonces le dije, con mi pobre nivel de inglés, que era profesor en Lengua y Literatura y que les estaba dando un curso de Literatura Hispanoamericana a unos alumnos yanquis de la Universidad de Charlestone (no dije yanquis, claro). 
     Ella pareció entenderme parcialmente, lo que indicaba que mi pronunciación no era tan mala como lo suponía. Luego, intentó decir cosas en español y las iba mechando gradualmente con el inglés, pero viendo que no resultaba y que la mezcla era más confusa, empezó a hablar solamente en su lengua. Hablaba muy rápido y yo le decía: "Speak slowly, please" (“Hablá más lentamente, por favor”). Pero ella no hacía caso. Al final, pensé que se merecía no haber sido entendida antes. De repente, sin dejar de hablar, empezó a señalarse a sí misma. Yo la miraba resignado... y ella parecía encolerizarse más y más. No sabía qué me estaba diciendo y se me estaba haciendo tarde ya. Amagué con pararme y ella me sujetó por un brazo y me forzó a permanecer quieto. Luego, consciente de su movimiento, me dijo: "Sorry, sorry". Se agachó y buscó algo en su gran mochila, que estaba en el piso. Sacó un carnet, una identificación, un documento o algo así. Me lo extendió con los ojos muy abiertos. Me pareció que estaba un poco loca. Lo tomé y vi que en la foto se la veía muy joven, leí sus datos y reparé en su nombre: Jennifer. K. Subway
¿Volverá en forma de sándwich para vengarse? 
   La miré asombrado, mientras ella decía: "Yo Subway, mi papá Subway". Entonces tragué saliva y creo que entendí todo: ¡ella era la hija del dueño de la cadena! Sí, esa chica rubia, gordita, maltratada... era la heredera de una de las casas de comida rápida más extendida del planeta. "Subway cuenta con más de 37.100 establecimientos repartidos en 98 países, lo que la convierte en la mayor franquicia del mundo en número de establecimientos”, según Wikipedia. Me sentí muy impactado y, como impulsado por un resorte, me puse de pie, le devolví la tarjeta plástica y salí del local... Mientras me alejaba, iba pensando en lo que podría llegar a pasar con las franquicias de Argentina cuando ella se convirtiera en la dueña de tan fabuloso negocio... 

CORRECCIONES, AGREGADOS Y CONFIANZA PLENA: SILVIA. T

4 comentarios:

  1. Quisiera conocer a esa Jennifer Subway... ando antojada de un especial de pollo con queso y aceitunas negras

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  2. jaja en tu encuesta al mejor autor argentino quería cambiar y poner "Guido Arch" pero no me deja porque ya vote!! jajjaaa

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  3. con esa buena actitud, te ganaste el subway del día arch! jajaj

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  4. Cometiste un error....Nunca le mencionaste tu nombre!!!! y asi no habrá subway gratis, ni en Buenos Aires, ni en México....ni en Cuernavaca!!
    Jajaja
    ¡Me encantó!
    Que ganas de conocer a Jennifer :)

    Cindy

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