No sé cuando apareció, ni recuerdo bien cuando lo descubrí. Lo cierto es que
una vez, estando sentado en el inodoro de la casa de mis abuelos, algo me llamó
poderosamente la atención. Apuré mi trámite y sin dejar de mirar eso que me
cautivaba, me levanté y me acerqué lentamente. Arriba del botiquín, un pedacito
de pared se había descascarado junto a un zócalo, pero advertí en esa
pequeñísima forma, una obra de arte, específicamente un boceto de La madre de Whistler, del pintor
norteamericano James McNeill Whistler, de 1871. Este boceto de piedrita, invertida en relación al original, muestra a la mujer un poco más inclinada y con una especie de mochila.
Algunos a los que les he compartido mi hallazgo, además de tildarme de loco, me
han sugerido que la mujer estaba rezando. Entonces se me ocurrió muy
atinadamente que antes de que el hijo empezara a retratarla, Anna, que así se
llamaba, pudo haber invocado a los santos para que lo ayuden en su labor
artística.
La pregunta lógica es, ¿cómo apareció un boceto tantos años después
de conocerse el original y en Caballito? Tengo una explicación. Un amigo de
McNeill Whistler, llamado Henry Summers, quien lo frecuentaba tanto a él como a
su madre, un día vio en ella a un modelo perfecto para una obra. Su
solemnidad y su seriedad le alcanzaron para imaginársela en un lienzo. Sin
decirle nada se llevó la imagen en su cabeza. Pero las vueltas del destino lo
llevaron a abandonar su patria para instalarse en Argentina, Buenos Aires, y
específicamente en Caballito. A falta de materiales y obsesionado aun con la
madre de su amigo, empezó a imaginar su obra en la pared del baño, el único
lugar donde se sentía inspirado, vaya uno a saber porqué. El pobre murió sin
siquiera empezar su obra y al morir su esposa, al no tener hijos, todas sus
pertenecías, incluso su diario íntimo, fueron enviados al pintor Whistler,
quien al enterarse del deceso, viajó a la casa de su amigo para cerrar tramites
y claro, ver los bocetos realizados. De esta forma, tomando las ideas
originales de Summers pintó a su madre tratando de emular el objetivo que su
amigo se había propuesto.
El resto es historia…se inmortalizó con esa pintura y
recién ahora empiezan a descubrirse la infinidad de bocetos, garabatos y
dibujos que su amigo había plasmado en una pared de su baño en Caballito, y que
luego, al morir, cuando la casa fue adquirida por un insensible doctor, todo
quedó bajo una injusta capa de pintura y material. Pero en el mundo del arte va
a suceder una revolución. Es
cuestión de tiempo.