Música para flotar

viernes, 29 de noviembre de 2013

La mancha de arte

No sé cuando apareció, ni recuerdo bien cuando lo descubrí. Lo cierto es que una vez, estando sentado en el inodoro de la casa de mis abuelos, algo me llamó poderosamente la atención. Apuré mi trámite y sin dejar de mirar eso que me cautivaba, me levanté y me acerqué lentamente. Arriba del botiquín, un pedacito de pared se había descascarado junto a un zócalo, pero advertí en esa pequeñísima forma, una obra de arte, específicamente un boceto de La madre de Whistler, del pintor norteamericano James McNeill Whistler, de 1871. Este boceto de piedrita, invertida en relación al original, muestra a la mujer un poco más inclinada y con una especie de mochila. Algunos a los que les he compartido mi hallazgo, además de tildarme de loco, me han sugerido que la mujer estaba rezando. Entonces se me ocurrió muy atinadamente que antes de que el hijo empezara a retratarla, Anna, que así se llamaba, pudo haber invocado a los santos para que lo ayuden en su labor artística. 
La pregunta lógica es, ¿cómo apareció un boceto tantos años después de conocerse el original y en Caballito? Tengo una explicación. Un amigo de McNeill Whistler, llamado Henry Summers, quien lo frecuentaba tanto a él como a su madre, un día vio en ella a un modelo perfecto para una obra. Su solemnidad y su seriedad le alcanzaron para imaginársela en un lienzo. Sin decirle nada se llevó la imagen en su cabeza. Pero las vueltas del destino lo llevaron a abandonar su patria para instalarse en Argentina, Buenos Aires, y específicamente en Caballito. A falta de materiales y obsesionado aun con la madre de su amigo, empezó a imaginar su obra en la pared del baño, el único lugar donde se sentía inspirado, vaya uno a saber porqué. El pobre murió sin siquiera empezar su obra y al morir su esposa, al no tener hijos, todas sus pertenecías, incluso su diario íntimo, fueron enviados al pintor Whistler, quien al enterarse del deceso, viajó a la casa de su amigo para cerrar tramites y claro, ver los bocetos realizados. De esta forma, tomando las ideas originales de Summers pintó a su madre tratando de emular el objetivo que su amigo se había propuesto. 
El resto es historia…se inmortalizó con esa pintura y recién ahora empiezan a descubrirse la infinidad de bocetos, garabatos y dibujos que su amigo había plasmado en una pared de su baño en Caballito, y que luego, al morir, cuando la casa fue adquirida por un insensible doctor, todo quedó bajo una injusta capa de pintura y material. Pero en el mundo del arte va a suceder una revolución. Es cuestión de tiempo.   

jueves, 21 de noviembre de 2013

¡Popeye es mi papá, que a la vez es Bukowski! (Parte II - Final)

Segar, posando
con su mirada picarona
 
Elzie Crisler Segar murió en esa guerra curiosamente por la ingesta de espinaca en mal estado. Sufrió una intoxicación muy severa y fueron sus compañeros quienes se encargaron de gestionar la manera de que ese personaje tan simpático llegara a los medios. Nunca sospecharon que lo que Segar dibujaba en sus ratos libres, muchas veces en papel higiénico, se convertiría en un dibujito tan masivo que y se expandiría a través de las radios con actores, programas de tv, películas. En pocos meses, la popularidad del marinero era mundial y ya no habría retorno. Así como el Quijote es más grande que Cervantes, este caso es muy similar; muy pocos recuerdan el nombre de Segar, quien firmaba sus obras con un cigarro debido a que su apellido era un homófono de “cigar” (cigarrillo en inglés), pero nadie desconoce a “Popeye”, cuyo nombre fue escogido en una votación muy democrática por toda la tripulación que lo acompañaba inclinándose por el defecto ocular. El autor lo había dejado innombrado.
¿Qué paso con Carlos el infatigable amigo de Elzie? Cuando el argentino, que había perdido más el eje tras la partida de su amigo, volvió a Buenos Aires a buscar consuelo en su hermano, el único familar que desde siempre lo había comprendido. Arturo se había convertido en actor y ahora su apellido -artístico- era “Puig”, como el escritor del cual lo tomó.
Arturo "Puig", hermano
de Carlos "Popeye"
Estaba protagonizando una serie televisiva muy cómica que era un boom del prime time; se llamaba “Grande pá” y caracterizaba a un padre bonachón con tres hijas, “sus chancles” y una esposa que funcionaba como su contrapunto. Arturo buscó por todos los medios distraer a su abatido hermano, le compró serpientes, lo llevó a hacer paracaidismo, lo condujo a los lugares más pecadores y lujuriosos de la ciudad… nada lograba superar su desconsuelo.
Luego de su fallida recuperación en Argentina, volvió al país del norte, a la misma pensión donde había vivido. Se entregó por completo al alcohol y a los excesos, siempre y cuando pudiera pagarlos. Era un parasito humano, pasaba días sin bañarse, sin emprolijarse ni ver la luz del sol. Una madrugada, en el pico de su pedo, su amigo muerto se materializó en la habitación en forma de fantasma, como Hamlet a su hijo homónimo. Carlos quedó paralizado. No sabía si eso era real o era producto de su imaginación, de cualquier forma estaba sucediendo. Sus neuronas estaban ahogadas de vino barato y todo era posible. Elzie le dijo que le daba mucha pena verlo en ese estado. Le recordó el talento que poseía e insistió con que no tenía que dejar de escribir y de mandar sus producciones a los diarios, revistas y editoriales. Por último, antes de desvanecerse, le aconsejo que para ser considerado debía presentarse como “Charles” y no como “Carlos”. El apellido sonaba bien le dijo…y se fue.
Carlos en el pico de su pedo
A partir de ese momento, el argentino empezó a presentarse en sociedad con su apellido original y su nombre pasado al inglés: Charles Bukowski. Su vida dio un giro cabal pero no de tantos grados como uno puede suponer. Empezó a enderezarse aunque no tanto, puesto que comprendió que la materia prima de todo lo que escribía tenía que ver con su falta de control. Un diario al tiempo le contestó su carta diciéndole que lo iban a publicar, que estaban interesados, que mande más. Cobró confianza y renunció al trabajo de cartero. Al tiempo se animó a contar sus historias en forma de cuento y las publicó obteniendo una considerable repercusión y se aseguró una crítica en los principales medios literarios…el resto es historia.
Yo como consecuencia de una noche de borracheras y grupies-beatnicks-drogadictas. Desconozco el paradero de mi verdadera madre; mi padre, por supuesto también. Tantos años sin ser siquiera visto como un humano por una mujer, provocó que cuando los vientos de la Fortuna cambiaron…bueno, digamos que recuperó el tiempo perdido. Yo nunca me hallé en ese país, así que me vine a vivir a Argentina y visito a mi padre un par de veces al año. Su autobiografía está próxima a salir, pero yo quise adelantarme un poco y revelar el mundo cómo mi padre, Carlos Bukowski fue, antes de ser ese genial escritor, Popeye.
Recuperado de toda adicción,
el genial escritor
disfrutando del éxito en Necochea
Gracias a la ciencia, podemos adelantar
cuál sería el rostro de Carlos...
en apenas tres años



miércoles, 13 de noviembre de 2013

¡Popeye es mi papá, que a la vez es Bukowski! (Parte I)

En el único libro que el creador de la caricatura Popeye llegó a escribir, publicado postumamante, estoy hablando de Mi vida es un dibujo, el norteamericano Elzie Crisler Segar detalla, a mitad del capítulo 5, la gestación de este personaje tan entrañable y amado por la cultura popular. A continuación los extractos más sobresalientes:

Segar trabajando en su autobiografía
a pocos minutos de morir
“…Por aquellos días no tenía absolutamente nada. Mi mujer me había abandonado, los personajes que presentaba en los periódicos eran rechazados y las tiras cómicas que publicaban no me hacían reir. Estaba en un momento de quiebre en mi vida (…) Lo único que me mantenía con los pies sobre la tierra era la amistad de un muchacho argentino que vivía en la habitación de al lado. Empezamos compartiendo la pensión, luego nos cruzábamos por la calle, hasta que un día dimos en una cafetería y nos pusimos a conversar. Se llamaba Carlos, o sea “Charles” y estaba en una situación muy parecida a la mía. Sin mujer ni hijos, tenía trabajos muy mal pagos pero soñaba con ser un escritor de renombre. No tenía una formación académica, pero no podía dejar de escribir y me parece que eso, más allá de todo, es muy valorable. Sus cuentos eran crudos, y su lenguaje desprovisto de toda literaturidad. Compartíamos largas noches tomando jugo de pomelo, escuchando a Los Auténticos Decadentes, fumando cigarrillos armados y compartiendo nuestro arte. Él me leía sus historias y yo le mostraba mis bocetos y le manifestaba mis inquietudes sobre tal o cual atributo de un personaje (…) Ese día fue terrible. Estábamos juntos arreglando una silla cuando suena la puerta: la Armada de Estados Unidos solicitaba mis servicios. La guerra era inminente y no podía negarme. Carlos y yo lloramos abrazados: el desconsuelo era total. Al cabo de unos días nos despedimos, le dije que nunca iba a olvidarlo. No sabía cómo, pero tenía que inmortalizar a la persona que había sido un sostén en mi vida, tanto desde lo afectivo como desde lo social. Quería agradecerle su tiempo, su cariño, su arte.

Esta sí es una pipa

Algunos quisieron ver en ella una
metáfora de la marihuana...lo cierto es
que hay capítulos en donde
el marino la consume por la pipa

Así como en la película italiana Mi vida es bella, yo también busqué evadirme de la situación a la que estaba obligado a servir sin casi o con ninguna experiencia. Pero lo único a mi alrededor eran marineros, proas, popas, anclas, gritos y el capitán un ser en extremo bruto…¿Bruto?…entonces con la cara de mi amigo en la cabeza empecé a dibujar. El siempre decía que fumaría pipa si tuviera dinero, pero que tenía que conformarse con los cigarrillos. Le agregué una pipa en la boca. Recordé su pasión por la espinaca con salsa blanca, y cómo hablaba de la comida de su madre Berta en Buenos Aires…esa sería la comida predilecta de mi personaje. Exageré un poco más sus rasgos, pronuncié por ejemplo su defecto en el ojo que hacía que lo tuviera casi siempre cerrado, lo liberé de esa molestia y directamente se lo saqué. 

Los músculos serían patentados
tiempo después por una celebre
marca de barritas energizantes.
Le proporcioné todos los músculos que frustradamente ansiaba conseguir haciendo ejercicio en el piso del baño, trabando sus piernas contra el inodoro para hacer flexiones y abdominales recostado en la bañadera. Luego de varios borradores, creo que alcance el objetivo. Volví a mirar la única foto que conservaba de él y no pude evitar sentir una dicha inmensa. Creo que se sentiría muy orgulloso del producto final (…)” 


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Carlos "Popeye", el argentino
que daría origen al mito
Finalmente, Popeye the sailor

¿Qué pasó mientras tanto con Carlos, ese chico argentino que supo ser el ignoto modelo de Popeye y que luego de visitar a su hermano, el actor Arturo Puig, se convertiría en el reconocido escritor beatnik Charles Bukowski?
Continuará...

viernes, 8 de noviembre de 2013

Pijamoides de Terror

Una camina tranquilamente por la avenida Acoyte hasta que de repente el terror lo invade… ¿Es un monstruo? No. ¿Es un robot? Quizás... ¿Es un autómata? Posiblemente. Al prestar mucha más atención, y enfrentar la vidriera del local encargado de vender pijamas, pantuflas y “ropa para dormir”, uno descubre la espantosa verdad. El dueño ha querido ahorrar unos pesos, y ha suplido con dos tubitos de papel de diario los brazos de un maniquí. Como el morbo no le alcanzaba y porque seguramente es un fanático empedernido de Frankenstein de Mary Shelley, le agregó una cara de niño que ya está descolorida de tanto sol y tantos días. Lejos de ser un humanoide, estos pijamoides aterrorizan a todo transeúnte desprevenido. He visto a niños vomitar y patalear luego de observarlos.       
Genera mucho disgusto observar que la prenda y el torso corresponde a un talle de adulto, pero que sin embargo tiene cara de chiquito, como si vendiera ropa para mutantes gigantes con cabeza pequeña, así como los malos de la película de Mario Bross que eran tremendos mastodontes pero tenían una cabeza encogida de dinosaurio bebe. Notese que el pijamoide de atrás también es dueño de unos largos brazos de papel marrón. Creo que hay formas, cualesquiera, más aconsejables de captar la atención de un posible comprador sin generarle ganas de salir corriendo. Al menos debería haber alguna advertencia en la vidriera, junto a nuestro pequeño amigo, diciendo que el uso de esas telas no provocará un rejuvenecimiento permanente. Aunque tal vez promocionándolo así logré el cometido absoluto, no ya el de vender, sino el de que alguien entre, así sea para preguntar para dónde queda Rivadavia.     

¿Los números serán parte de un código cifrado conectado con alguna
extraña fuerza del mal? El pijamoide seguro lo sabrá.
Parece un pijamoide estático, pero por el pliegue de su
bracito de papel podemos comprobar su movilidad. 

martes, 5 de noviembre de 2013

Sueños de panadería o la banalización de los sueños

El 28 de agosto de 1963, mientras el mundo todavía era blanco o negro, Martin Luther King pronunció en Washington, uno de los discursos más importantes de la historia de la humanidad. En este discurso, que la historiografía inmortalizó con el nombre de “I have a dream”, el nobel de la paz, que no solo había escandalizado al establishment norteamericano con sus marchas a favor de los derechos civiles y en contra de la guerra de Vietnam, soñó con un mundo donde sus hijos y su familia pudieran convivir pacíficamente con los blancos. Hoy parece anacrónico recordarlo, pero es necesario reparar que de 1963 al 2013 no pasaron más que cincuenta años y la discriminación no está exterminada. Lamentablemente sigue encontrando focos para reproducirse incansablemente como un cáncer silencioso. La gente con problemas de peso es actualmente, uno de los grupos más apuntados. Pero las cosas en materia de sueños cambiaron...un poco. La semana pasada en Cuestión de peso, un programa que con una mano los ayuda a bajar sus kilos y con la otra los acuchilla en miras de alcanzar un buen raiting, pusieron un titular bajo la cara angustiada de uno de los participantes que satirizaba la idea misma de tener un sueño. ¿Qué pasa cuando un grupo discriminado se presta voluntariamente a ser mofado?¿Será conciente del papel que está jugando? 
Uno fantasea con recibirse, con tener una familia, con tener dinero, poder, o ir a Disney o ser feliz. Pero la banalización, grotesca o desmedida allí estaba. Quizás el diablo, que es el que se queda con las almas de los participantes luego de firmar el contrato, metió la cola en los controles para mandar al aire una frase tan simpática como lamentable…¿Qué hubiese pensado Martin Luther King si lo veía por tv? 

"Tengo un sueño..."
"Yo también negro, conoces una panadería?

viernes, 1 de noviembre de 2013

Las amigas de mi abuela - # 1 Sanchita

 Es bien sabido el mito que si uno come mucha lechuga se convierte en una tortuga. Por incierto que parezca, muchas personas han intentado llevar a cabo esta metamorfosis logrando abandonar su aspecto humano para llevar una vida en cuatro patas. No se sabe a ciencia cierta cuál es la cantidad de esta verdura que se debe ingerir. Pero las tortugas habladoras de Tanzania (un lugar donde se cultiva toneladas de lechuga por mes) son una prueba fecunda de que este mito guarda un costado probable que no deberíamos desestimar.
Este caso es particularmente impactante, dado que este ser, ahora mujer, ha realizado el proceso inverso: era una tortuga y se ha transformado en una persona de carne y hueso. Fue indagada en diversas ocasiones siempre sin éxito; ella se reserva el secreto de su mutación. Las especulaciones se multiplican, y los teóricos han tratado de pensar qué alimento pudo haber consumido para explicar lo sucedido. Tampoco nadie sabe si estos reptiles pueden llegar a tener la conciencia para tal cometido.
El transcurso entre animal y persona fue gradual y nadie lo advirtió. Evelyn, una sexagenaria y acaudalada mujer de Palermo vivía con una muchacha que trabajaba de servicio doméstico y una tortuga llamada Sanchita. La chica se ocupaba de hacer las compras, lavar la ropa, limpiar la casa, darle de comer al animalito y demás tareas. La señora tenía problemas de movilidad y de respiración. En una ocasión, Karen, que así se llamaba la chica, le pidió unas semanas de vacaciones para visitar a su madre enferma, que residía en un pueblo perdido del gran Buenos Aires. Evelyn, que tenía gran corazón, no dudó un segundo y la dejó partir cuánto antes. Cuando Karen regresó, -la confianza y los años de servicio ya le habían permitido tener la llave de la casa- Evelyn se encontraba muerta en el medio del salón. Pero otra anciana completamente desnuda se encontraba en uno de los sillones mirándola en silencio. Karen entró en pánico porque la situación de por sí era algo exagerada: un fallecimiento y una anciana desnuda eran una imagen grotesca. Pero antes de que la joven empleada pudiera decir algo, la señora habló con mucha dificultad: “Karen, soy Sanchita”. Su tono de voz era agudo, casi un chirrido. La chica la miró extrañada y detenidamente y trató de asimilar sus palabras. Se acercó a ella y lo comprobó: tenía las mismas manchas en la cara, los ojos del mismo color y las mismas arrugas en el cuello que el reptil que hacía un poco menos de un mes le daba de comer. ¿Qué había sucedido? Nunca lo sabría.
Karen conocía el mito presentado al principio, pero jamás lo había sentido nombrar de manera contraria. ¡Era un milagro de la naturaleza!. La joven y la tortuga (esas locuras de la anciana Evelyn) resultaron ser las únicas herederas de la pequeña fortuna de la difunta. Así que entre la ahora persona y la chica se formó un buen vínculo y mantuvieron la misma relación que Karen tenía con su empleadora.
Si bien al principio costó mucho humanizar a Sanchita (tenía demasiado arraigados los rasgos de su anterior especie: su metabolismo era muy lento, su piel muy áspera –se gastaron fortunas en cremas y tratamientos dermatológicos-, quería dormir en el piso, hubo que implantarle dientes, etc), finalmente pudo ser una ciudadana común y corriente que como otras mujeres, se junta cada jueves por la tarde con mi abuela para jugar al burako. 
Sanchita, la tortuga-mujer