Música para flotar

jueves, 5 de junio de 2014

Las amigas de mi abuela - # 3 Berna Pherson

Berna: la insospechada madre
de "El cuidador de la cripta"
Todos recordarán la famosa serie norteamericana “Tales from the Crypt”, o “Cuentos de la cripta” en su versión traducida, donde el cuidador de una cripta tenebrosa desempolvaba cada noche un antiguo libro y nos introducía en un relato de terror. Al terminar la historia, el ser esquelético cerraba la emisión con una conclusión pertinente sobre lo que acabábamos de ver. La serie fue emitida entre 1989 y 1996 con gran éxito y el presentador de los cuentos quedó inmortalizado como la cara del programa y su imagen fue usada infinitas veces como merchandising de todo tipo. Pero hay algo que nadie supo nunca y los productores mantuvieron en secreto para siempre: el cuidador de la cripta no era un muñeco, sino una persona real de carne y hueso. 

La historia se remonta al año 1890, cuando la familia Pherson dejó su Escandinavia natal para asentarse en lo que ya se llamaba Estados Unidos. Paranoicos por la peste que los asolaba, decidieron fundar la primera casa funeraria de la costa oeste. El gran éxito que tuvieron los obligó a expandir el negocio: crearon una inmensa cripta en un terreno medio abandonado, entraron en el negocio de la venta de ataúdes, coronas y adornos florales y hasta un servicio especial de maquillaje para los difuntos. El negocio fue pasando de generación en generación hasta que sucedió un hecho desafortunado y algo difícil de explicar: Berna, la menor de los Pherson que solo tenía 16 años y era la tataranieta de esos primeros habitantes escandinavos, juraba haber sido violada por un fantasma, un espíritu perteneciente a un soldado que había muerto de hambre en la guerra. Ya sé, ya sé que el caso es imposible de concebir; pero lo cierto es que nueve meses más tarde Berna dio a luz. 
Mapa de Escandinavia
El bebé no parecía ser humano, o sí, pero era como un esqueleto, casi carente de órganos y piel, solo poseía huesos que estaban unidos de una manera misteriosa. La sociedad no iba a aceptarlo bajo ninguna circunstancia. La familia quiso deshacerse de ese engendro de la naturaleza, pero Berna se negó: al fin y al cabo eso que acababa de parir era su hijo, suyo y de ese fantasma. Entonces la familia permitió que viviera en una de las criptas que poseían, como su cuidador. Durante los primeros años Berna lo visitaba casi a diario. Pero él no necesitaba nada, su estructura lo volvía ajeno a la comida o a la bebida. No necesitaba dormir ni ir al baño. No tenía frío ni calor. Era casi un fantasma, como su padre. Poseía un largo cabello gris, como si ya fuera un anciano. Ella, en tanto quería cumplir un rol materno, le leía cuentos de princesas y dragones, pero al poco tiempo, cuando su hijo empezó a hablar (no se explica como lo logró, ya que no tenía lengua), prefirió historias truculentas y escabrosas que según decía “tenían más que ver con él”. Su madre no entendía por qué, pero cumplía su capricho –que acaso era el único que tenía- sin chistar. Ninguno de los dos advertía la importancia del evento, jamás podían imaginarse que años más tarde, toda una nación esperaría atenta atrás de la pantalla estas historias. 
El adorable y simpático hijo de Berna 
Cuando su hijo llegó a la adolescencia, Berna murió en un accidente también inexplicable como casi todo en esta historia: unos amigos de ellos la habían envuelto en una gran alfombra y literalmente, se la habían fumado. El joven nunca supo por qué su madre no había bajado más a conversar con él ni a leerle historias. Pero le había dejado el legado más importante: su libro de cuentos. La familia se fue del país asediada por las deudas, la empresa quebró y la cripta fue abandonada. “El cuidador” quedó solo y librado a su suerte. 

Muchos años más tarde, un grupo de cineastas estaba buscando un escenario ideal para filmar una película de terror y se toparon con la cripta. A pesar del miedo que les generó, decidieron entrar. La sorpresa fue colosal cuando encontraron a un ser viviendo en las profundidades. Se presentó como el dueño de la cripta Pherson y les contó la historia de su vida. Los hombres del espectáculo quedaron fascinados ante el relato y vieron una veta económica en los cuentos que este pequeño ser huesudo parecía saber a la perfección. Decidieron abandonar la película que tenían en carpeta y filmar las locas narraciones del libro. Les pareció que él mismo debía presentarlas para homenajearlo y rescatarlo de ese inmerecido olvido al que había sido sometido. Lo demás es historia conocida… Lo más curioso de todo el asunto fue que su encanto natural (al parecer era muy buen conversador y, sobre todo, muy gracioso) –solo conocido por la compañía que llevaba a cabo la serie porque para el resto del mundo es y será un muñeco- enamoró a una de las productoras del ciclo. El fruto de ese romance fue “Bernita” -llamada así en honor a su abuela- que, por esas cosas de la vida, se convirtió en jugadora profesional de burako y participó de varias competiciones realizadas en Buenos Aires. En uno de esos encuentros trabó una muy buena relación con mi abuela, acaso otra jugadora formidable.
La tenebrosa cripta
Correctora y amiga de la vida: Silvia  T.

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