Música para flotar

domingo, 21 de diciembre de 2014

La venganza de los dientes

Esta mañana el dentífrico se enojó conmigo. Más que experimentar un enojo, creo que fundamentalmente se quedó decepcionado con mi actitud...

Todas las mañanas y las noches me lavaba con la pasta Aquafresh Triple Protección. Disfrutaba mucho de su sabor y de cómo se adhería a mi cepillo. Creo que ella también se deleitaba al recorrer los pasillos de mi boca y perderse a lo largo de mis dientes. Se divertía mucho con las diferentes secuencias de sonido que voluntariamente yo lograba con ayuda de la fricción de las cerdas. Además, los alternados y violentos movimientos le daban a la pasta una vorágine que no había conocido, considerando la monotonía de permanecer encerrada en un tubo. El cepillo también estaba encantado con esta pasta. Disfrutaba cuando, luego de estar lleno de espuma, se bañaba y le quedaban los pelitos suaves y con un perfume tan seductor. Dicen que está conquistando a otro de los cepillos del baño. 

Conformábamos un trío perfecto y sin discusiones. Yo respetaba los tiempos del cepillo que, ya entrado en meses, se cansaba más rápido e higienizaba con menor eficacia; y seguía su explícito pedido, encargándome de secarlo bien. La pasta me aseguraba disolverse lo mejor posible en mi boca; yo la dejaba puesta en el cepillo un rato para que conversaran antes de empezar la limpieza y este pudiera empastar todas las cabezas de su reino. A su vez, el cepillo aseguraba poner a mi disposición todas las cerdas para que llegaran a los lugares más difíciles y me prometía ser cuidadoso con las encías, que ya se habían quejado en otras oportunidades por pinchazos y trabajos descuidados. Por supuesto, las manos ‘se lavaron’ del asunto. 


El problema fue cuando llegó la otra... Un día, una nueva pasta apareció en el lavatorio. Era la Aquafresh Ultimate White, notoriamente de mejor proveniencia. Su calidad era sobresaliente. Era corta de estatura y su tapa era mucho más grande, a diferencia de la otra: alta, con tapa pequeña y, por su desgaste, curva en el torso. La caja de la nueva pasta era casi metalizada y según el movimiento, hacía brillar unos triángulos. Entonces empecé a usarla sin terminar la otra, es decir, sin haberle dado fin y permitiéndole que pudiera descansar en paz en el cementerio cósmico de un aliento divino. Rápidamente todos los seres del baño le tomaron bronca. El cepillo fue tirano, y descuidado a la hora de recorrer mi boca: en tres lavados, me había producido tres llagas. El sabor era menos agradable pero, según lo indicado en la caja, esta era de mejores atributos y lograba dar a los dientes una blancura superior a la otra. Hubo ruido y discordancia entre todas las partes. A mí también me daba lástima abandonar la otra, pero no podía evitar usar la Ultimate White. 

Según se comenta, este dentífrico era prepotente y arrogante en sus relaciones con los demás. Había arreglado con la mano derecha para que la guardara en un estante alejado mientras permaneciera en el baño, justamente para no relacionarse con los demás. Hasta se llevaba mal con el jabón, uno de los seres más amables del baño. 

Como les decía al principio, esta mañana la Triple Protección se fastidió conmigo. La pasta “invasora” se me había acabado por la noche y todos allí sabían que al otro día volvería a la vieja pasta, no por extrañarla o sentir cariño (aunque sí la extrañaba), sino por necesidad. Lo que yo desconocía era que esta vieja pasta había sido muy influyente en el grupo. De alguna manera, esa noche logró un complot que fue terminante. Por desgracia, yo tampoco conocía a la perfección la opinión de los dientes... Al despertar, ellos se habían marchado de mi boca. 

Gracias Sil T. por seguir leyendo y corrigiendo cada una de mis fantasías literarias.
Mis mayores afectos amiga de la vida

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