Es
bien sabido el mito que si uno come mucha lechuga se convierte en una tortuga.
Por incierto que parezca, muchas
personas han intentado llevar a cabo esta metamorfosis logrando abandonar su
aspecto humano para llevar una vida en cuatro patas. No se sabe a ciencia
cierta cuál es la cantidad de esta verdura que se debe ingerir. Pero las
tortugas habladoras de Tanzania (un lugar donde se cultiva toneladas de lechuga
por mes) son una prueba fecunda de que este mito guarda un costado probable que
no deberíamos desestimar.
Este caso es particularmente impactante, dado
que este ser, ahora mujer, ha realizado el proceso inverso: era una tortuga y
se ha transformado en una persona de carne y hueso. Fue indagada en diversas
ocasiones siempre sin éxito; ella se reserva el secreto de su mutación. Las
especulaciones se multiplican, y los teóricos han tratado de pensar qué
alimento pudo haber consumido para explicar lo sucedido. Tampoco nadie sabe si
estos reptiles pueden llegar a tener la conciencia para tal cometido.
El transcurso entre animal y persona fue
gradual y nadie lo advirtió. Evelyn, una sexagenaria y acaudalada mujer de
Palermo vivía con una muchacha que trabajaba de servicio doméstico y una
tortuga llamada Sanchita. La chica se ocupaba de hacer las compras, lavar la ropa,
limpiar la casa, darle de comer al animalito y demás tareas. La señora tenía
problemas de movilidad y de respiración. En una ocasión, Karen, que así se
llamaba la chica, le pidió unas semanas de vacaciones para visitar a su madre
enferma, que residía en un pueblo perdido del gran Buenos Aires. Evelyn, que
tenía gran corazón, no dudó un segundo y la dejó partir cuánto antes. Cuando
Karen regresó, -la confianza y los años de servicio ya le habían permitido
tener la llave de la casa- Evelyn se encontraba muerta en el medio del salón.
Pero otra anciana completamente desnuda se encontraba en uno de los sillones
mirándola en silencio. Karen entró en pánico porque la situación de por sí era
algo exagerada: un fallecimiento y una anciana desnuda eran una imagen grotesca.
Pero antes de que la joven empleada pudiera decir algo, la señora habló con
mucha dificultad: “Karen, soy Sanchita”. Su tono de voz era agudo, casi un
chirrido. La chica la miró extrañada y detenidamente y trató de asimilar sus
palabras. Se acercó a ella y lo comprobó: tenía las mismas manchas en la cara,
los ojos del mismo color y las mismas arrugas en el cuello que el reptil que
hacía un poco menos de un mes le daba de comer. ¿Qué había sucedido? Nunca lo
sabría.
Karen conocía el mito presentado al
principio, pero jamás lo había sentido nombrar de manera contraria. ¡Era un
milagro de la naturaleza!. La joven y la tortuga (esas locuras de la anciana
Evelyn) resultaron ser las únicas herederas de la pequeña fortuna de la
difunta. Así que entre la ahora persona y la chica se formó un buen vínculo y
mantuvieron la misma relación que Karen tenía con su empleadora.
Si bien al principio costó mucho humanizar a
Sanchita (tenía demasiado arraigados los rasgos de su anterior especie: su
metabolismo era muy lento, su piel muy áspera –se gastaron fortunas en cremas y
tratamientos dermatológicos-, quería dormir en el piso, hubo que implantarle
dientes, etc), finalmente pudo ser una ciudadana común y corriente que como
otras mujeres, se junta cada jueves por la tarde con mi abuela para jugar al
burako.
Sanchita, la tortuga-mujer |
El relato me transportó de inmediato a la literatura fantástica de Leopoldo Lugones, basada en mitos, supersticiones, fantasía onírica y hasta en ciencia-ficción.
ResponderEliminarAl leerlo, queda flotando la idea de que los atributos de la fallecida Evelyn puedan haberse trasladado a Sanchita, la tortuga devenida en mujer, en una suerte de reencarnación, tal vez.
Como sea que se la interprete, es una narración sumamente ingeniosa cuya virtud consiste en dibujarnos una sonrisa.
¡Qué gran corazón el de las amigas de tu abuela que aceptan como nueva integrante del grupo a la tortuga que asesinó a su dueña por la herencia!
ResponderEliminarNo creo que les haya importado mucho... necesitaban una jugadora más para el burako :)
Una genialidad de las tuyas, amigo Arch.
Creo que estarías orgulloso si te dijera que todavía guardo tu relato "El Pulpo", en el cual la Bond Street seduce a un prepúber y no lo deja tener una identidad propia en toda su vida... Altamente conmovedor
Vamos por más, Guido querido!
jjajaja que hijo de .... me estoy riendo a carcajadas que imaginacion pobre mujer SANCHITA!!!!!,,muy bueno sos un genioooo, aca desde ISRAELl besotes
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